GINEBRA. El papa Francisco instó hoy a la “unidad” de los cristianos frente a la división, los desacuerdos y las recriminaciones mutuas que ha habido entre las diferentes iglesias durante siglos, y les pidió que trabajen juntos para ayudar a todos aquellos que sufren y cuyas voces no son escuchadas.
“Nuestra falta de unidad es abiertamente contraria a la voluntad de Cristo, pero es también un escándalo para el mundo”, señaló el pontífice durante la homilía en la capilla del Consejo Mundial de las Iglesias (CMI), entidad que cuenta con 348 iglesias que representan a 550 millones de cristianos ortodoxos, anglicanos, metodistas, baptistas, luteranos y reformados.
La Iglesia Católica Romana no pertenece a esta institución ecuménica, aunque colabora en varias comisiones de trabajo.
De ahí la importancia de la visita del papa a su sede en Ginebra para participar en el 70 aniversario de esta entidad.
Francisco es el tercer pontífice en visitar el CMI, después de Pablo VI en 1969 y Pablo II en 1984.
Los católicos romanos creen que el papa es la cabeza de la Iglesia en todo el mundo y que toma el papel del representante terrenal de Cristo y actúa en su lugar para dirigir la Iglesia.
Los protestantes y ortodoxos, en cambio, no creen en una estructura jerárquica que culmina en una persona que podría hablar de manera definitiva y proclamar la verdad sin error.
Sin embargo, hay creencias esenciales en las que protestantes de todos los signos y católicos coinciden y en el que se funda el movimiento ecuménico, y que consiste en que hay un sólo Dios, que envió a su único hijo, Jesús, a la tierra para predicar su palabra.
“Para nosotros, como cristianos, caminar juntos no es una estrategia para reforzar nuestras propias posturas, sino un acto de obediencia ante el Señor y de amor por nuestro mundo”, señaló Francisco en una misa a la que asistieron 115 miembros del Comité Central del CMI y representantes de ocho regiones del mundo.
Estaban escuchándole Gennadios de Sassima, representante del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla; la obispo Mary Ann Swenson, de la Iglesia Metodista Unida de EEUU; Agnes Abuom, teóloga anglicana de Kenia, el presidente del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos, el cardenal Kurt Koch y el secretario general del CMI, el luterano Olav Fykse Tveit.
Tras la reflexión papal, Francisco se trasladó al Instituto Ecuménico de Bossey, a unos 25 kilómetros de Ginebra, en el vecino cantón de Vaud.
Allí almorzó con miembros del Comité Central del CMI y conversó durante unos minutos con una treintena de jóvenes religiosos de diversas confesiones cristianas que se forman en este centro.
Al volver al Consejo Mundial de las Iglesias en Ginebra, el pontífice saludó a una delegación de cristianos de Corea del Norte y del Sur, que fueron invitados por el CMI en “señal de la unidad posible” en la península coreana.
Lo hizo momentos antes de pronunciar el principal discurso de su visita relámpago de diez horas a Suiza, en el que instó a los cristianos a no mostrarse indiferentes ante todos aquellos que sufren y cuyas voces no son escuchadas, y recordó que es esencial “servir” a los demás.
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